Escrito por: Rafael Domínguez Martín
Este el es título de un libro que me gustaría recomendar por su novedoso enfoque y utilidad para la comunidad de desarrollo iberoamericana. Publicado en 2011 por Ediciones Encuentro, tiene como autores a G. Berloffa, G. Folloni e I. Schnayder von Wartensee, vinculados a la Universidad de Trento y la Fundación para la Subsidiariedad. El libro reclama la importancia del factor humano para el desarrollo y propone una estrategia humanista de las intervenciones de desarrollo (el “humanismo pragmático”, basado en el carácter único e irrepetible de los seres humanos y de su libertad para actuar por el bien común) que muestra todo el potencial de la teoría de Sen en su aplicación práctica: “para que una intervención al desarrollo sea eficaz es necesario que se ayude al individuo a redescubrir, en sí mismo, ese deseo de construir y mejorar su propia condición y educar las potencialidades y capacidades que hacen de cada uno el actor del proceso de desarrollo”.
El ensayo contiene un repaso muy útil y original de la co-evolución de las teorías del desarrollo (y sus determinantes) y el debate sobre la eficacia de la ayuda (y sus determinantes) que, en la apretada síntesis de 100 páginas del capítulo primero, logra reunir todo lo que usted quiere saber y no se atrevió a preguntar sobre esos dos fascinantes y complejos temas. Y todo ello con un enfoque holístico y un estilo muy didáctico que permitirá a los especialistas mirar con un poco más de amplitud a la complejidad de los procesos de desarrollo y a los no especialistas ponerse al día a un coste en términos de esfuerzo muy razonable. La conclusión principal es que las intervenciones de desarrollo deben atender “a la experiencia de personas y grupos sociales”, esto es, no se puede considerar como un dato los fines que los individuos se supone persiguen, porque “los pobres pueden no disponer de los recursos, en términos de aspiraciones, para cambiar las condiciones de su misma pobreza”. En un ambiente donde prevalecen los comportamientos oportunistas, la corrupción, la inseguridad y la explotación, además de generar la capacidad de aspiración, se necesita (re)construir la autoestima y la confianza entre las personas para que puedan cooperar con el objetivo de modificar su situación.
El segundo y tercer capítulos ilustran esta teoría a partir de la base de las experiencias de desarrollo local sobre las que se formuló, la de la Asociación de Trabajadores Sin Tierra de Sao Paulo y la de Ribeira Azul en San Salvador de Bahía. En ambos casos, los factores que permitieron superar la desconfianza inicial de los beneficiarios fueron la autoselección (implicación personal en la consecución de los objetivos del proyecto), el acompañamiento (presencia de personas comprometidas con el apoyo y guía), el trabajo educativo y la estabilidad en el tiempo (derivada de la lentitud del cambio de las personas). La conclusión fundamental permite enriquecer el enfoque abstracto de las capacidades de Sen en su aplicación a las intervenciones concretas de desarrollo a partir de la trilogía conocer-querer-poder. Para que un individuo sea capaz de usar sus oportunidades, lo primero que necesita es conocerlas y tener capacidades de aspiración (querer) para finalmente saber cómo debe proceder para alcanzarlas y no verse impedido (poder). Por tanto, “no basta con las presencia de oportunidades y la capacidad potencial de explotarlas, sino que es menester que el individuo perciba su valor y se decida a comprometerse para conseguirlas”. Por eso es tan importante tener en cuenta en las intervenciones de desarrollo (desde los proyectos a los big plans, pasando por los programas y las políticas) las condiciones que permiten a las personas conocer lo que quieren y hacer frente a los costes necesarios para alcanzar sus propios objetivos.
El mensaje final apela a que las intervenciones de desarrollo consideren simultáneamente tanto las motivaciones económicas como el contexto social y axiológico en el que operan los individuos, a la hora de movilizar y poner en valor sus capacidades ocultas, latentes o mal empleadas: menos tecnocracia y más coherencia con la definición del desarrollo humano como desarrollo para las personas, con las personas y de las personas. En definitiva, el libro lleva a repensar el trabajo de los practitioners (incluyendo una nueva definición de replicabilidad basada en la implicación de personas que han conocido experiencias positivas con otras personas que podrían beneficiarse de esa experiencia) y de los académicos en materia de desarrollo con una reivindicación implícita de la interdisciplinariedad (sobre todo la a hora de analizar las motivaciones de las personas) y del trabajo más cercano y de atención mutua entre las comunidades de práctica y la del pensamiento, que es lo que debería constituir el hecho diferencial de los estudios del desarrollo frente al reduccionismo y la unidimensionalidad imperante en otras disciplinas.
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